Injertos óseos

Cuando el paciente presenta determinadas zonas desdentadas sin suficiente hueso para la reposición de implantes dentales, se recurre a los injertos óseos. Son unas técnicas de mayor complejidad quirúrgica, cuyo mayor inconveniente si hay que obtenerlos del propio paciente, es que precisamente al hacerlo, estamos provocando ciertas lesiones en zonas anatómicas adyacentes o alejadas del lugar que pretendemos rehabilitar.

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Por suerte, las nuevas técnicas de regeneración ósea y la obtención de injertos del propio paciente, permiten hoy en día colocar implantes en zonas en las que no hace mucho tiempo este hecho sería impensable.

La diferentes técnicas quirúrgicas incluyen: el relleno óseo como por ejemplo en los casos de elevación del seno maxilar; los injertos de interposición (inlay) insertando material en el hueso alveolar para retomar los límites previos a la afectación ósea y; los de aposición (onlay) en los que colocamos directamente el hueso, habitualmente en bloques, sobre la zona a regenerar.

Los injertos más ampliamente utilizados hasta la actualidad y de manera prácticamente rutinaria, engloban: los obtenidos de la calota (parte externa del cráneo), cresta iliaca o cadera, mentón mandibular y diversas áreas de ambos huesos maxilares (rama ascendente de la mandíbula, tuberosidad maxilar… etc.). El mayor inconveniente radica en que tenemos que abordar una zona donante y ello provocará un cierto disconfort aunque éste, la mayoría de las veces será muy poco relevante, sobre todo si la comparamos con los beneficios obtenidos.

Con el advenimiento de nuevas técnicas, (implantes cigomáticos, pterigoideos, all on 4, implantes personalizados, implantes inclinados…etc.), cada vez nos decantamos más por evitar la utilización de injertos del propio paciente con el fin de evitar lesiones en la zona donante, reducir el número de intervenciones y el tiempo necesario para que el paciente lleve su dentadura fija de una forma satisfactoria.

Por otro lado, existe en el mercado una amplia cantidad de injertos denominados «artificiales», fundamentalmente de origen animal y sintético que se utilizan, en casos específicos, solos o combinados con otros métodos para la regeneración tisular guiada como las membranas o el plasma sanguíneo rico en plaquetas. Estos últimos no presentan la predictibilidad de los anteriores y su ventaja radica fundamentalmente en que no necesitamos obtenerlos del mismo paciente, recortando tiempos quirúrgicos y provocando una menor morbilidad, con menor tasa de complicaciones.

Cada tipo de injerto tiene su indicación, pero si nos tenemos que decantar por un tipo de ellos, las mayores tasas de éxito se consiguen con los obtenidos del propio paciente.

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